lunes, julio 7, 2025
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La alimentación al revés (I)

Oscar López Reyes

¡Hahaha!, ji, ji, ji, jo, jo, jo. A seres humanos de las más dispares contexturas psico-físicas y estratos sociales les encanta comer mucho y bueno -a boca llena en la grosería de apetitosos banquetes- con sus antojos encaramados en las azoteas de sus cerebros y acosados por el hambre emocional, liberando compulsiva e inconscientemente dopamina. ¡Pobrecitos, con las panzas “ricas” en oscuros océanos de su expresividad gustativa!

Sin ningún dominio mental, los desdichados menesterosos, que dan lástima, sacian sus desazones con sus platos favoritos y deliciosos -rebosantes de calorías y altos en carbohidratos -¡arriba, carajo!, las harinas blancas, las grasas, los azúcares, los almidones, las sales y los condimentos químicos!- para no desmayarse en la flojera ni ponerse flacuchos.

Cuando esas criaturas bajan los comestibles a sus barrigas, no miran absolutamente a nadie, ni tampoco convidan a compartir a ningún cercano, como perfectos comesolos. Existen los que se quieren casar con mujeres que no sean bonitas ni inteligentes, pero sí que sepan cocinar sabroso, y que les permitan estar siempre con un muslo en las manos.

Los pequeños con los vientres crecidos pregonan que gustan ingerir alimentos ultraprocesados en exceso -sin limpiarse la boca- para no desnutrirse, porque trabajan mucho. Cuando escuchan el choque de cuchillos y tenedores, o ven comidas, medio pierden el juicio y olvidan todo, hasta sus propias existencias. Repiten que de algo uno tiene que morir, y que para durar 25 o 30 años más limitando los festines de los neurotransmisores del placer, prefieren morirse dentro de 15 días, pero deleitándose -sin hipocresía- con vistosos manjares.

Esas criaturas anhelan volverse lánguidos. Esa es su meta más apreciada. Perder peso se vierte como su gran deseo, aunque cuando ven las pitanzas desdeñan las recetas convenientes. El cerebro se les descontrola, en la esperanza de no engordar, porque la función cerebral les traiciona y no les ayuda para asumir una dieta equilibrada. La estrujan sin darse cuenta, y cada vez se alejan de su aspiración de llegar a ser abuelitos de unos 100 años, caminando con bastones, las cabezas atiborradas de canas y las voces lentas en sus bajos sonidos, sin energías.

La alimentación saludable, al revés:

1.- Despilfarrar con la boca una tonelada de carne roja repleta de sebos, con una pila de sal y condimentos químicos, para hablar el español con más fluidez y elocuencia. ¡Guagggg!

2.- Reventar el estómago con enormes piezas de pica pollo, crujientes y empapadas de grasa, a fin de matar el hambre y hacer que los brazos crezcan 7 centímetros de largo.

3.- Clavarles los dientes a trozos de chicharrones, rebosantes de manteca y, en beneficio de la seguridad personal, volverse un gordiflón, porque será muy pesado y engorroso que lo secuestren. ¡Salud!

4.- Tragar, como el rey de los comilones, pedazos de pizzas e inmediatamente tarros de helados de los más variados sabores, destinado a endulzar la presencia terrícola, alejado de la amargura que empequeñecen los cachetes y las papadas.

5.- Desgarrar un paquete de yaniqueques y empanadas, bañadas de ingredientes procesados secretamente, ya que así se quitará el hipo y podrá asistir a la Iglesia como un verdadero cerdito. ¡Hele!

6.- Jartar de una sentada con un montón de hamburguesas, con queso amarillo derretido y papas fritas llenas de aceite super cocinado, aunque tenga que evacuar como diez veces en el baño, lógicamente, acariciándose la panza.

7.- Jondear, a cada instante, porciones de pan de harina blanca, espaguetis con fritos verdes y galletas altas en calorías e hidratos de carbonos, con el propósito de ser fuerte y millonario en experiencia gastronómica. ¡Qué emoción!

8.- Tirar hacia el buche, sin pensarlo, por la mañana, al mediodía y por la noche, bocadillos con abundante tocino y embutidos, para disfrutar el más apetitoso rato del globo terráqueo, y evitar tener que pasar como un miserable alimenticio.

9.- Engullir una rebanada de bizcocho y un combo de refrescos energizantes y embotellados -bien azucarados- buscando curar las penas y sentirse feliz. ¡Ring, ring, ring!

10.- Saborear una jarra de mangos y un fardo de guineos maduros, para no subir los niveles de azúcar en la sangre, ni tener que sorber sopas de fideos, porque son muy bobas. ¡Oye, te lo ruego!

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6 de julio de 2025.

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